viernes

Es incomprensible lo inseguros que podemos llegar a ser cuando amamos a alguien, sobre todo cuando hay distancia de por medio, el no saber que es de la vida del ser amado es a veces desesperante, no saber como esta, que hace, si esta bien, si esta mal, no poder apoyarlo , no poder tocarlo, ni besarlo, hablar con él, pasar tiempo a su lado, en las relaciones a distancia no hace falta amor, por el contrario, lo hay en exceso, lo malo es que se queda suspendido en el aire y no llega a donde debe, no hay manera de que la persona que amamos se de cuenta cuanto pensamos en él, cuanto deseamos estar a su lado, cuanto soñamos con hacer cosas tan triviales con él como escuchar su voz, sentir su olor, verle sonreír, verlo dormir, compartir algo de comer o de beber, sólo saber que esta bien.

El miedo a convertirse en sólo un recuerdo crece, pensar que no somos lo suficientemente buenos para esa persona, creer que él no piensa en nosotros, temer hablarle por teléfono porque existe clandestinidad en la relación si es que se le puede llamar relación, tener el corazón siempre oprimido y querer evitar recordarlo porque duele demasiado, la inseguridad de que nos aman, de que esa persona nos piensa y nos extraña, pensar que no somos tan importantes para él como él lo es para uno, no tiene nada que ver con ser feo o bello, es solo la distancia lo que atemoriza, la certeza de que el sentimiento no logra alcanzarlo, de que nos convertimos en algo casi irreal, en una ilusión, en casi un sueño.

Mi inseguridad no radica en la duda, radica en la distancia que se ha convertido en mi peor enemiga, en la incertidumbre de que pasará, de que me depara el destino, de que es lo que la vida me dará o no me dará, que circunstancias podré aprovechar o si me quedaré suspendida en el aire, mi inseguridad no radica en si soy buena o mala, bella o fea, en si me aman o no, mi inseguridad depende de kilómetros y sólo eso.

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